Cádiz, aire, mar, poesía...
Cádiz, tacita de plata. Creo que al realizar estas dos fotografías no podía estar más enamorada del paisaje gaditano. Era un luminosa mañana del mes de agosto, todavía no llegaba a hacer un calor sofocante y el sol era aún un buen aliado. Sobre la fortaleza del castillo de Santa Catalina, se vislumbraba el mar de un azul casi cristalino, donde un puñado de personas estaban pescando en sus barcas de colores. Podía sentir una tranquilidad inmejorable. Vista desde el castillo de Santa Catalina (Cádiz). Sin embargo, la vista más impresionante que puede tener la ciudad, es desde la torre del reloj de la catedral, con más de 70 metros de altura. Estando allí arriba, pude recrearme con una vista de 360º donde entendí por qué la provincia gatidana es la tacita de plata. Allí la luz era de una intensidad casi cegadora, algo fuera de lugar. En esta torre, con el sol acariciando mi piel y el sonido de las campanas tocando los cuartos, de forma atronadora, decidí que volvería a esta mágica ciudad